Hoy rodé una bici roja y me sentí un poco como una traidora, sobre todo por lo bien que me sentí -a pesar del incómodo asiento y lo bajo del manubrio- de volverme a subir al caballo. La cosa es que este no es mi caballo. Treintatreinta, mi fiel compañera de diez años y a la que tanto le escribí, ya no está conmigo. Un robo azaroso o un mensaje cifrado más del universo a cerca de estos diez años (ya lo decía mi psiquiatra) que no he logrado explicarme.
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Mis piernas rojas arriando una bicicleta también roja. Imagino otra vida en la que mis piernas siempre están expuestas y camino por este pueblo en donde todos saben mi nombre.
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viernes, 9 de agosto de 2013
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