viernes, 8 de marzo de 2013

La sangre de los otros

Después de sólo dos años de trabajar en medios me he vuelto insensible al dolor ajeno. Es cuestión de supervivencia si lo piensas. Cuando llegué a trabajar aquí lloraba o gritaba con todas las notas que llegaban sobre muertos. Y eso que yo estoy aquí detrás de la computadora y no allá detrás de la cámara, o peor aún detrás del fusil.

En el tiempo que llevo aquí me he acostumbrado a ver videos de gente desangrándose por ahí, de gente colgada y/o desollada con los letreros más morbidos atados a su cuerpo (lo que queda de su cuerpo). Pero ya no cierro los ojos, ya no se me llenan  de lágrimas, solamente escribo "toma de cadáver resguardado por la policía" (JA, resguardado!!)

Curiosamente la nota que más me ha conmovido desde que llegué aquí no fue la primera que ví (el video que se volvió viral de los secuestradores amenazando con matar a sus rehenes) ni la más sangrienta, (escoja usted cualquier reportaje de medio oriente destinado a darle mala propaganda), ni la más lastimera, (niños en campos de refugiados a mitad del desierto rodeados de moscas con poca o nada de comida).

La noticia que más me ha conmovido desde que empecé a trabajar aquí fue un choque de tranvía en Buenos Aires. El vagón de atrás quedó practicamente incrustado en el que estaba justo delante. Una treintena de muertos, varias decenas de heridos, y un desaparecido. Fue el desaparecido. Nos llegaron varias notas de seguimiento de los trabajos de rescate, y una vez finalizadas las cuentas, faltaba uno. Familiares y amigos de la víctima, junto con algún otro incauto buscando luchar por una causa, exigían que las operaciones de rescate continuaran. Varios voluntarios colaboraban con bomberos y policías buscando a un estudiante universitario que se sabía iba en el tranvía, pero cuyos restos no habían sido encontrados.

Incluso ahora, la imagen de ese cuerpo solitario, de ese cadáver (ya nadie buscaba una persona) olvidado entre los escombros, hace que me de ganas de llorar. Lloré un montón ese día, varias veces, dándole play una y otra y otra vez (mi parte masoquista) a la entrevista con uno de sus conocidos, que se empeñaba en ayudar a buscarlo... a rescatar el cadaver del estudiante de la soledad y el frío

De eso hace ya más de un año y yo ya no lloro con las noticias (por cierto que ahora me acuerdo que siempre  le decía a Darío que yo no leía el periódico porque me ponía triste pero la verdad es que me daba flojera)

Pero hace tres días que murió Hugo Chávez, (sus restos no conocerán la soledad) y si su enfermedad, decaída y muerte no fueron suficientes para arrancarme el llanto, si lo fueron las ordas de dolientes viajando por el país (el continente) sólo para decirle adiós a su cadáver en llamas.

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