Dejé 'olvidado' un vestido que ya es más bien un trapo y que he tenido por más de diez años. Me cuesta trabajo dejarlo aunque ya no le queda nada de prenda, porque todos los hombres que he amado me han visto con él: arreglada cuando todavía era bonito, y casi como pijama cuando dejó de serlo.
Dejo también los tenis que destruí esta semana en ida y vuelta de la playa y como tres kilos de piel, que me arrancó el sol tan de raíz que pensé que se iba a caer con todo y mis lunares, y con ellos, mi identidad. Pero debajo de la piel perdida sigo siendo una mujer lunar.
sábado, 7 de septiembre de 2013
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