domingo, 26 de junio de 2011

de Albert Cohen 'El libro de mi madre'

Cada hombre está solo y a nadie le importa nadie y nuestros dolores son una isla desierta. No es razón para consolarse, esta noche, entre los ruidos postreros de la calle, consolarse, esta noche con palabras. Pobre perdido que, ante su mesa, se consuela con palabras, ante su mesa y con el teléfono descolgado, pues le asusta el exterior y, por la noche, si está descolgado el teléfono, se siente rey y defendido de los perversos de fuera, tan pronto perversos, perversos por nada.