lunes, 26 de enero de 2009

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Últimamente me da por andar anunciando que escribo
lo que pasa es que si no lo dices no se nota
no importa cuanto escribas

domingo, 18 de enero de 2009

El poema de la loba

Nadie conoce a al poeta
todos ignoran el aroma de los puentes
yo lo conocí en el momento
y el lugar más inesperados
digamos
debajo de un puente

el me enseñó el poema de la loba
y supe que ella era yo:

...

ya no quiero
a golpes de poesía
ganarme un lugar
para dormir como un guerrero

ahora acepto
el resultado de mis actos
desviaciones de la infidelidad acostumbrada

la loba volvió a salir
retomando una familia de promesas
en sus fauces

aullará alguna noche
desde el vientre cardíaco
a la brasa de la garganta
herida todo el tiempo

Stéphane Despatie

martes, 13 de enero de 2009

My one and only (pride)

Kaufman Bob, Trozos de mi Dicen que yo traduje, compilé y prologué este libro.
(quizás se equivoquen) mientras tanto adquiéralo en gandhi dando un cick aquí ;)

Carta a un malnacido o ¿Qué clase de comedor me define como persona?

El motivo (o uno de ellos) por el que me animo a escribirte después de tanto tiempo es que hoy finalmente me hize esa pregunta. Mientras veía "El Club de la Pelea" (película que por más que se resignifique en mi vida me sigue recordando a ti) decidí que era tiempo de saber la clase de comedor o en su defecto sala o de perdida mesa de centro que me define como individuo. Inmediatamente supe que la serie BJURSTA era la que más concordaba con mi personalidad y que la mesa redondeada negra (expandible) 10232 sería perfecta para mostrarle a mis invitados mi reservada pero a la vez extrovertida y moderna personalidad.
También pensé que algo de la serie HEMNES se vería grandioso en tu habitación pero seguramente ella ya estará eligiendo tus cubrecamas.

El otro motivo es la envidia, la envidia al prójimo que me corroe, y de la que no voy a hablarte.

Hace tanto que quiero preguntarte porque dejaste de escribirme, porque siempre dejas de escribirme. Pero no te escribo para eso, te escribo porque ha sido únicamente a través de nuestras eternas epístolas largometrágicas que he logrado decir tantas cosas tantas veces. Así que supongo que nuestra amistad ha sido siempre una ilusión. ¿Qué podía esperarse de dos personas con nuestro ego? Tan ávidos a escribir monólogos kilométricos sobre nosotros mismos so pretexto de comunicarnos, de conectarnos con alguien más a tantas aguas de distancia. ¿De dónde nos nació esa avidez por la lejanía?

De todos modos hay cosas que quiero contarte, aunque tu ya no quieras contarme las tuyas. Por ejemplo que te dejé un mensaje en la pared de “La Casa de Todos” por si alguna vez volvías. Que tengo un nuevo plan, (que acabaré mi carrera en menos de un año y que titulo en mano abordaré un avión) Que terminé con mi novio, con el que vivía, y que volví con el (es decir a nuestra relación pero no a “nuestra” casa) y que no nos va tan bien como querría. Que volví a ver a Roberto ¿te acuerdas de la primera vez que te hable de Roberto?, aquella que terminé a solas con él porque no pude ir al concierto de Fernando Delgadillo por culpa de Mara. Que volví a ver a Roberto y que por supuesto lo dejé que revolviera mi vida (pero esto tu ya lo sabes) Que viví con Cintia (que ella conoció tu página de internet y que fue por ella que volví a dar contigo) Que no tengo casa, ni empleo, que soy un fracaso (pero es tu ya lo sabes) Que odio mi carrera (y que esta vez no voy a reconciliarme) Que nada ha cambiado. QUE YO NO HE CAMBIADO. QUE NO CONSIGO CAMBIAR

Que sigo saliendo con idiotas y renunciando a mis trabajos y quedándome sin casa y atrasándome en la escuela y peleándome con mis maestros y con mis jefes y mis amigos. Que Aurelio se fue a zacatecas y me dejó infinitamente sola en este mundo (aunque ya hacia meses que ni lo veía). Que las últimas dos películas de Will Smith fueron un asco. Que me amargo con paulatina irreversibilidad (si vieras como se me deforma el rostro con la felicidad ajena). Que los libros ya no me consuelan. Que murió la esperanza (esa que muere al último), Que me quejo por deporte, Que no queda nada de mi

mucho menos de nosotros

jueves, 1 de enero de 2009

Carta a la madre o Retrato de la artista adolescente

Seguramente fue culpa del año nuevo que yo me pusiera a husmear en mis papeles. Es un hecho que el año nuevo es culpable de muchas cosas (como mi lista de propósitos posteada abajo), mi repentina necesidad de reorganizar mis archivos (lo que inmediatamente resultó en la perdidida de varios) y mi nueva determinación por ponerme a escribir, (de verdad a escribir). Que fue en verdad el motivo por el que husmeaba en mis papeles, quería revisar los proyectos, cuentos y salidas en falso que tengo y ver si podía construir algo con ello o mejor tirarlo a la basura. Los resultados generales de semejante exploración no son relevantes ahora. Tan sólo nos interesa un resultado específico. Una carta a mi madre.

Claudia siempre decía que envidiaba como podía hablar con mi madre, y es cierto que yo siempre me he sentido sumamente afortunada de tener una conexión intelectual con ella. Es decir que la quiero porque es mi madre, pero la admiro porque es la persona más admirable que conozco (si ustedes la conocieran la admirarían también). Pero Claudia podía hablar con su mamá de cosas que yo nunca podré hablar con la mía. Por ejemplo de mis miedos porque eso significaría admitir frente a mi heroe que los tengo. O de mis amores, porque eso no sólo sería admitir que los he tenido sino que me importan.

Pero no le escribí una carta, el texto que me encontré hoy es un fragmento de un proyecto mayor (que me han rechazado en la fundación de letras mexicanas tres veces). Sólo que no lo recordaba, es sobre mis novios, o ex novios o amantes o ex amantes o como se diga, pero sobre todo es sobre mi madre, y todas las cosas que nunca le he dicho
(y que nunca le diré pero que en mi interior pensaba me aliviaria compartirle)

...

Siempre que me veo en esta situación me dan ganas de decir. No se porque de pronto tengo la certeza de que decírselo me hará sentir mejor, luego lo pienso y sé a ciencia cierta que lo que ella tuviera que decir en realidad me haría sentir peor y me detengo, a veces a punto de iniciar la frase, pero no se, cuando lo pienso, me gustaría.

Me gustaría decirle que Victor y yo ya no somos amigos porque yo confundí besos con promesas, que me gustaba llegar temprano a clases de francés para ver a Stephane, el hijo de la maestra, que por eso no me gustaba que fueras a recogerme a la Alianza Francesa. Me gustaría decirle de los besos en el camellón. Que el troll se fue a perseguir la revolución más que a lucharla y que en el camino se encontró una revolucionaria a su gusto y no volví a verlo. Que Nefta era celoso y que aunque al principio me divertía torturándolo, sus celos y mi malicia minaron y destruyeron la relación. Me gustaría decirle que cogí con Miguel, (si es que así se llamaba) que estaba borracha y que me arrepiento. Pero que no se ponga triste porque a mi ya no me ponen triste esas cosas. Me gustaría decirle que Luis me presionaba para acostarme con él tanto como me motivaba a escribir, a madurar, a encontrarme a mi misma y que muy a su pesar logró todo menos lo primero y que muy a pesar del dolor se lo agradezco.

Hablarle de Cristián (si, con acento en la "a") y contarle como creer que iba a ser su novia me salvó la vida en un momento y darme cuenta que no, me hizo querer quitármela. Decirle que Germán es la mejor persona del mundo y que yo no me lo merezco y que yo se que ella cree que es al revés pero se equivoca y que él ahora me odia y duele, pero sobre todo me duele todo el daño que le hize, (si por algo me he de ir al infierno...)

Que me acuesto con un amigo del que repetidamente me he enamorado y que repetidamente me ha hecho arrepentirme, pero que le sigo permitiendo la entrada a mi cama por una especie de temor a las posibilidades. Que a pesar de todos estos nombres me abruma la soledad. ¡Hablarle del poeta! y de cómo sus ojos y sus labios me convencieron, sus ojos y sus labios que eran tan falsos como su poesía plagiaria. Que cómo sus promesas eran mentiras que yo tenía 16 años y lloré todas las noches durante meses . Decirle cuantos maltratos he permitido a estos hombres y cuantos maltratos me he permitido yo, sin temor a su reproche y a su sapiencia feminista. Contarle cada una de todas las anécdotas que ellos ya saben, pero sin que se enoje y que mucho menos se ponga triste porque yo ya no me pongo triste
por estas cosas.