viernes, 31 de mayo de 2013

Tenemos 30 años

        Para Samuel Arroyo y Cintia Rosales, mis amigos adultos

Le dije a Pachón que no mamara, que ya no estábamos para andarnos juntando con adolescentes, cuando me dijo que las nuevas adquisiciones de "la banda" tenían 18 años y eran estudiantes de nuevo ingreso de la facultad. "Pubertas" así les dije, y Pachón me dijo que no tenemos 30, que tenemos 29 y yo le dije que daba lo mismo y él dijo que no era para tanto. Pero a mi si se me hizo "para tanto" cuando terminé toda la fiesta hablando con uno de los pocos hombres que mis amigos habían invitado y resultó ser alumno de uno de mis mejores amigos. Y por supuesto que ellos no nos ven como "la banda", más como adultos mal logrados que sacan la casa para la fiesta. (de menos ya no vivo en un cuarto de azotea)

Lo de menos es que tengamos 30 y no tengamos hijos y tengamos empleos mal pagados y sin futuro, la sociedad nos perdona porque estudiamos literatura y decimos  por favor y gracias, y contribuimos a la sociedad un salario minimo a la vez, y aprendimos la lección. La cosa es que esto no era lo que esperabamos. Pensabamos que a estas alturas ibamos a estar en europa eligiendo el queso más azul y hediondo de nuestra charola de quesos azules y hediondos y bebiendo vino y burlándonos de nuestros antepasados, mientras escribíamos la novela que habría de cambiar al mundo. Pero quien iba a decir que el mundo no puede ser cambiado y que Europa se iba a volver la cuna de la desgracia económica y escapar al "Viejo Continente" se iba a volver tan difícil como indeseable.

Todo eso me hubiera gustado decirle a la señora que hace el aseo en la oficina el otro día, en el baño, cuando me preguntó que porque no me he casado. Así de huevos me dejó ir la pregunta, mientras yo acomodaba las nalgas en la taza y ella ponía jaboncitos en los lavabos. Yo traté de decirle con toda la convicción del mundo que porque eso no me interesa, que yo todavía tengo que escribir la novela que cambiará al mundo y vivir en otros países, pero na más le dije algo así como ¿y yo porqué? mientras ella me soltaba la letanía de como voy a morir sola y obesa, carcomida por los roedores.

¿Cómo iba explicarle yo a la señora que no? que yo nací para el aplauso, si yo no me casé (porque al parecer la cosa es así 'ya no me casé') es porque desde los quince años yo dije que no quería ni esposo ni hijos pero que lo que yo quería decir, sobre todo, era que no quería conformismos, y que me negaba rotundamente a tener un amor común y dominguero. Yo quería un amor extraordinario e intercontinental, como el de Beauvoir y Satre (aunque yo no había leído ni he leído ni quizás lea nunca a Beavoir y Satre), un amor como el de mi madre y mi padre biológico separados por el socialismo ¿o fue el capitalismo?. Un amor que hiciera a todos los demás creer en el amor pero sobre todo morir de envidia.

Pero no le dije nada de eso, no porque yo estuviera en el escusado y tuviera mucha prisa, sino porque cada día me creo más eso de que mi departamento bien ubicado no servirá más que de mi tumba, y de que mis mascotas se pelearan mi carne por no haberla endosado cuando tuve oportunidad. Y aunque quiero creer que he amado hombres extraordinarios, a mis 30 años no ha habido uno que no me haya dado alivio dejar o que me dejara... Así que a lo mejor eso que yo buscaba no existe, o era pedir demasiado, y lo más extraordinario a lo que puede aspirar uno es a un hombre que llegue a las siete y cuarto cuando dice que va a llegar a las siete y cuarto.

Así que tenemos 30 años y no estamos casados, y no tenemos hijos, y no escribimos la novela que cambiaría al mundo, o quizás si la escribimos y se pudre en los anales de la literatura independiente para que otros como nosotros la leamos y digamos 'si hay esperanza' 'no hay esperanza' 'yo lo pude haber escrito'. O quizás para que otros, como nosotros, pero más jóvenes, la encuentren y caigan en la trampa.

Mientras tanto a nosotros nos quedan los jueves de dominó y los viernes de quincena, y seguir adelante mientras todavía pensamos en secreto que somos mejores que todo esto, que nosotros si estamos predestinados al trinfo, y que si bien viene más lento de lo esperado, viene todavía y llegará el día menos pensado a nuestro encuentro.








viernes, 24 de mayo de 2013

El estrés en el radio

Ayer escuché en la radio que es imposible vivir sin estrés porque todos los animales estamos programados para sentir angustia en situaciones de peligro. Lo que sí es posible y más que recomendable es reducir el estrés al mínimo y dejar de vivir en angustia perpetua. Es decir, sentir estrés cuando TENGO que sentir estrés, cuando de hecho estoy frente a esta situación de 'peligro' que estoy programada para sobrevivir a través de tantos mecanismos de defensa corporales y no en la comodidad de mi hogar, parque o bar preferido.

Está bien sentir estrés cuando mi jefe me está gritando (y que ese estrés me impida gritarle de vuelta en un arranque y perder mi trabajo), pero lo que no está bien (es decir lo que no es saludable) es sentir estrés cuando le cuento a mis amigos la anécdota de como me gritó mi jefe cuando me estoy tomando unas chelas con ellos en la tarde. Está bien sentir estrés cuando se me atravesó un carro y apenitas alcancé a frenar, y no veo mal pintarle dedo al conductor una vez pasado el susto (fuera su culpa o no) más que como método de venganza, como mecanismo de relajación, pero justamente, relajarnos una vez insultado el susodicho y satisfecho nuestro instinto de respuesta.

Al doctor entrevistado (como me caen bien esos formatos de la radio) se le preguntaron los tres métodos más efectivos para reducir el estrés. (si si que bonito el yoga, y la meditación y que padre irse a la montaña y que chingón la dieta perfectamente balanceada, y que padre el zen y el arte y el espíritu santo) pero, ya en serio ¿Qué hacemos los mortales para bajarle a la neura cotidiana día con día?  Y lejos de dar una receta para la dicha, el doctor dio tres consejos que de hecho me resultaron bastante prácticos

1) Una caminata de 30 a 40 minutos 'es algo muy sencillo y que está al alcance de todos' y que es muy efectivo para reducir el estrés. Obviamente cualquier tipo de ejercicio ayuda a relajarte, (a menos que seas como yo que me la paso queriendo llorar en mi clase de capoeira), pero la caminata como ejercicio tiene la maravilla de no tener ninguna meta. No tienes que caminar más rapido ni con mejor técnica, ni tienes que seguirle ni adelantarle el paso a nadie, ni tienes que caminar una distancia determinada, ni tienes que caminar los 40 minutos de corrido. Se vale detenerse a ver los árboles (si los encuentras) a viborear a las señoras gordas de la calle, a fisgonear a las parejitas fajoneadoras. Se vale sentarse y hacerse pendejo y luego volver a empezar, se vale caminar derecho, o en circulos, o hacia atrás. Se vale decir 'al carajo con esto' hoy no se me hincha la gana andar caminando como babosa y tomar un taxi. Se vale todo.

(Mientras escuchaba la radio  extrañé muchísimo a Claudia, porque ella y yo caminábamos siempre, a todos ladosy a ninguno, caminábamos con hambre y con sueño y con frío y con exnovios y con llanto, caminábamos y caminábamos).

(Luego extrañé a mi abuela también porque a ella le debo, además de lo obvio, dos cosas esenciales: la necesidad de narrar, y el amor a caminar sin rumbo)

2) La segunda recomendación se me hizo más descabellada. No beber estimulantes: no redbull, no coca cola, no cafecito, no azucares procesadas, obvio no lsd ni cocaina. (Malo malo, estimulante malo). Aquí debo confesar que luego que se metió con la coca cola perdió mi atención por un rato, pero seguro dijo algo sobre obtener energía de fuentes naturales como no se, una chingada manzana y una buena siesta.

3) Capturó mi atención la tercera recomendación:  rodearte de gente que no te estrese, alejarte de gente que te estrese.
La conductora dijo que claro, que que bueno que era juntarse con gente que te entendiera, que te motivará, que te inspirara, que te llenara...
y el doctor entrevistado dijo 'juntáte con gente que no te maltrate'

y pensé en eso, en como cuando empezó a hablar de estrés yo me imaginé a jefes tiránicos, y ladrones al acecho, y en narcotraficantes y secuestradores, y en terroristas de alqaeda, y en la guerra nuclear y en el hambre en el mundo...
y no me cayó el veinte hasta que él lo dijo
de la cantidad de angustia y de dolor que dejamos que nos provoque la gente a la que amamos y supuestamente nos ama
y no me refiero necesariamente a nuestra familia innata, (a la que si bien es parte del paquete tampoco tenemos que perdonarle todo, se vale dar la espalda y seguir caminando, Se vale decir 'al carajo con esto'. )
Me refiero a la gente que escogemos para acompañarnos en la vida, la gente a la que le damos titulos tan fuertes y tan llenos de carga como el de 'mejor amiga' 'compadre' 'pareja'.
(No digo que siempre sea el caso) Pero ¿Cuántas veces no son las personas optativas en nuestras vidas con las que más nos sentimos obligados? y ¿Porqué no nos vamos?
se vale detenerse a ver los árboles
¿Porque no, cuando todo se ha perdido, cuando lo único que queda son rencores y gritos, hacemos una maleta, cerramos un cajón, borramos un teléfono y damos palante?

Se vale detenerse,  respirar profundo, contar del uno al diez,
extender la mano y decir 'el placer fue mío, buenas tardes',
se vale ¿no?
Quería terminar diciendo justo eso, que todo se vale, pero no, no. Quiero dejar algo claro, y aunque también creo que se vale sufrir,  no se vale, putisimamadre, NO  se vale ELEGIR EL SUFRIMIENTO,

osea, que estrés ni que estrés, esas son chingaderas...






















miércoles, 22 de mayo de 2013

La muerte del 'memorión'

En tiempos de Mahoma, en la península arábiga, se confiaba más en la memoria que en la escritura.

Antes de que el califa Umar ordenara la compilación y el registro de las azoras existentes, por temor a que los musulmanes interpretaran las revelaciones demasiado libremente y su pueblo terminara pareciéndose 'a los judíos o a los cristianos' el conocimiento de lo que es considerado la obra con mayor valor literario de la cultura islámica, estaba depositada (salvo por algunas inscripciones en piedras y pieles de camello) en la memoria de jóvenes aprendices y poetas.

Tan importante, y confiable era la transmisión oral del conocimiento, que el sistema gráfico de aquel entonces no contaba con vocales y carecía de un complejo sistema de puntuación o de acentuación, y las consonantes, más que formar palabras en sí mismas, eran una especie de recordatorio, de guía, para que aquel que conocía de memoria los versos, los recitara imprimiéndoles el tono adecuado.

Siglos antes, Cayo Tito ya decía ante el senado  romano su famosa cita 'Lo dicho vuela, lo escrito permanece', (Verba volant scripta manent), dando por sentado la necesidad de firmar contratos para establecer acuerdos. Un apretón de manos, un juramento, no tenía valor alguno si no había de por medio una firma. Había que materializar en la realidad física, en el papel, la piedra, lo que había sido creado en la realidad de las ideas.

El derecho romano, estaba basado en ese precepto.
El derecho islámico, en cambio, fue fundado sobre las bases de la tradición y el consenso. El libro sagrado del Islam, estaba mejor guardado en la mente de los jóvenes poetas y futuros imanes. Con la muerte de uno de estos jóvenes en batalla, se perdía una biblioteca.

Lo más probable es que estas dos realidades aisladas, no revelen nada sobre la forma de pensar de sus determinados pueblos, de los imperios que estos fundaron, pero quizás si nos digan algo sobre nosotros, quienes hemos sido, finalmente, quienes los han interpretado, a través de los textos, y de la memoria, pero sobre todo a través de los huecos en ambas, donde lo que hay más que un túnel es un espejo.

Con perdón de Cayo Tito, lo escrito también vuela y lo pronunciado también permanece, pero nosotros mismos, los eternos interpretadores, a lo largo de los siglos, y las eras, en realidad no cambiamos tanto...









lunes, 6 de mayo de 2013

Silbido arriero

Leí que en la antigua arabia se creía que los 'yinns' perdían a los camelleros en el desierto llamándolos por medio de silbidos.

Por eso, se enseñaba a los pastores y a los comerciantes a llamarse entre sí de forma diferente, distinguiendo su chiflido del de los yinns. Como el silbido de los yinns es un soplido de viento, el de los camelleros, al contrario, es una inhalación, fuerte, casi repentina, realizada al presionar los labios con los dedos. Se necesita ser muy distraido para confundir este sonido contundente, que rompe el vacío del desierto, con el soplo musical de los yinns.

Mi mamá me enseñó a chiflar así, en la fila para entrar al teatro. Y ese chillido de labios me ha conseguido siempre taxis, partiendo el silencio en mitad de la noche. Yo silbo, y como el de los yinns, mi silbido viaja a través de la soledad hasta que encuentra oído.

Un día, mi madre morirá, y una noche cualquiera, meses o años más tarde, yo pararé un taxi con mi técnica ancestral, y ni el taxista ni yo sabremos porque reviento en llanto de pronto
no sabremos porque la singular mecánica de este 'llamado-respuesta' me llena los ojos...
pero lloraré profusamente mientras balbuceo una dirección
y Allah lo sabe,
llegaré a mi destino.