lunes, 12 de agosto de 2013

Visit Sayulita IV

Bitácora del Capitán. Día 4.

Ayer hicimos ejercicios de yoga para abrir el corazón y me dolió todo el tiempo. Pero luego salí a pasear con el corazón abierto y sonreí involuntariamente y hablé con los desconocidos. El pueblo muere en la noche como si la gente le tuviera miedo a la oscuridad y ante cualquier amenaza de lluvia (ha habido varias pero inconclusas) la gente se guarda a esperar el escampado como en Cien años de soledad.

Terminé mi recorrido en el mar, para llenar mi sonrisa involuntaria de agua y de los rayos que se anunciaban a bastante distancia pero que aun así alcanzaban a iluminar la playa. (recuerdo que he visto una escena similar antes y sospecho que los rayos me persiguen).

En Vallarta conocí a un violonchelista andaluz, que se juntaba con el guitarrista del puerto a tocar en un restaurante del malecón, en un balcón que daba a la iglesia. Se conocieron porque el andaluz vino a dar un concierto y tocó a Bach en el violonchelo. Al final del evento el porteño se acercó a felicitar al músico extranjero. La felicitación más sentida (como él mismo la llamo) que le habían dado al violonchelista en su vida, viniendo de un hombre que toca  la guitarra sin afinar 'para que la música suene como es'.


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