jueves, 29 de agosto de 2013

Visit Sayulita VI

Después de un par de tropiezos (con el clima principalmente) volví al mar. Me gustó un feo de cabello chino y sonrisa familiar que eventualmente se acercó a hablarme. Descubrí que la familiaridad de su sonrisa se debía a que ya la había visto varias veces en el callejón de los artesanos.

Todo estuvo muy bien hasta que se levantó del agua para acomodarse el cabello y su gesto y su risa torcida me recordaron dolorosamente a Germán y su media sonrisa.

Me despedí y salí del agua.

Luego me preguntaba como hace la gente que lo deja todo y se muda a un lugar a empezar de cero para de veras empezar de cero, soltar el pasado y llenarse de gente nueva y amigos nuevos. Justo eso pensaba cuando de pronto ya estaba sentada en medio del instructor de remo y el desconocido de la bicicleta, hablando de surf. Así que supongo que es justo así que un día los desconocidos se vuelven alguien más a quien nos debemos otro poco.

Supongo que podría, después de todo, dejarlo todo y empezar de cero... Además hoy me ofrecieron trabajo y matrimonio. Hace tiempo que nadie en la ciudad me hace esas ofertas, quizás debería aceptarlas sin pensar mucho... por lo pronto no me he negado.

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Este debe ser un viaje de buen agüero, porque no recuerdo cual fue la última vez que fui al mar.

Hago yoga y toda la angustia de las horas pasadas se desvanece. Por fin siento el cansancio en los músculos de los brazos y en los huesos de la espalda. Casi todas las clases han sido en inglés y me gusta cuando mi maestra dice 'Feel the fire'. A pesar del cansancio, (o quizá debido a él) las últimas clases he sentido el fuego de mi intento fluir y arder en mi interior, y el agua de mi sudor escurrir y bañar mi exterior. Es delicioso estar haciendo una postura complicada  y sentir la brisa marina como un consuelo, como un soplido de Brahma.

Alcanzar posturas que antes me parecían imposibles se siente como un gran logro, una medalla en un camino de deméritos, se siente como un alivio.

Nunca había sentido mis piernas tan firmes y tan ancladas a la tierra como ahora. Quizás es un aviso de una nueva etapa, más centrada, en la que daré pasos y tomaré decisiones sin titubeos. Un pie delante de otro, enterrado en el suelo, y los brazos de Garuda extendidos al sol.

Cada Om es distinto, pero todos hacen uno.

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